El
primer intento inglés de crear una colonia estable en territorio americano
terminó en el más espectacular de los fracasos, dando lugar a un misterio
histórico que aún hoy perdura: los 117 colonos, hombres, mujeres y niños,
abandonaron el asentamiento para adentrarse en la floresta salvaje, sin que
nadie sepa con certeza cuál fue su destino o qué motivó exactamente su partida.
El
proyecto de establecer un asentamiento estable en el Nuevo Mundo había partido
de la iniciativa privada de sir Walter Raleigh, quien tras obtener el permiso
de la reina organizó y financió toda la operación. Los informes de sus
exploradores le hicieron escoger como ubicación de la colonia la isla de
Roanoke, de 46 km² y clima benigno, situada frente a la costa de lo que hoy es
el estado de Carolina del Norte.
En
1586 llegó a la isla un primer contingente colonizador compuesto por 75
veteranos que pronto hicieron un ataque preventivo contra los nativos de la
isla. Al poco solicitaban al corsario Francis Drake pasaje hacia Inglaterra,
atemorizados por las posibles represalias.
Raleigh,
al que la reina solo había concedido diez años de plazo para establecer de
forma exitosa su colonia en América, se apresuró a organizar un segundo grupo,
esta vez de 117 colonos e incluyendo mujeres y niños. Al frente del mismo situó
al artista John White.
White,
que era amigo de Raleigh, había participado ya en el viaje de exploración a la
zona. Esta vez embarcó en la aventura a su yerno y a propia su hija, Eleanor
Dare, que estaba embarazada y daría a luz a una niña en la isla.
Lo
primero que el gobernador White hizo al llegar a Roanoke fue intentar
reestablecer las relaciones con las tribus a las que habían agredido sus
antecesores, aunque sus tentativas diplomáticas no tuvieron éxito. Como
consecuencia, los colonos se sentían cada vez más inseguros, y, para empeorar
las cosas, los alimentos comenzaban a escasear.
Ante
este panorama, White decide regresar a Londres a solicitar ayuda y víveres, y
lo hace arriesgando su propia vida al cruzar el Atlántico en una época del año
desfavorable para la navegación. Lamentablemente, una vez en Inglaterra se
queda bloqueado por la guerra con España, sin poder volver a Roanoke a pesar de
hace todo lo humanamente posible. Pasarán tres años hasta que logre desembarcar
otra vez en la isla.
A
su regreso, encuentra las casas de sus súbditos desmontadas y el lugar vacío.
No hay signos de lucha ni un sólo resto humano a la vista. Sus compatriotas no
han dejado ningún mensaje, tan solo la palabra “CROATOAN” grabada sobre un
poste, y algo más allá, en un árbol, una sílaba: “CRO”.
Los
Croatoan eran una tribu cercana que siempre se había mostrado amistosa con los
ingleses. Como en el poste, junto al nombre de esta tribu, no aparece grabada
una cruz maltesa, signo que según habían convenido los colonos y White antes de
la partida de este significaría que habían sido atacados, el gobernador piensa
que esto indica un traslado de los colonos al continente, a la capital de los
Croatoan.
Quiere
ir a buscarlos, desea con todo su corazón volver a ver a su hija y a su pequeña
nieta, pero una descomunal tormenta se aproxima, y el corsario que a duras
penas ha accedido a llevarlo a Roanoke no va a esperar más. White se ve, por
tanto, obligado a regresar a Inglaterra. Morirá en 1606 sin saber qué fue de su
familia.
Existen
varias hipótesis sobre lo sucedido con los colonos de Roanoke. Según una de
ellas, habrían sido aniquilados por indios hostiles. Según otra, por los
españoles. Otra especula con la posibilidad de que se hubiesen cansado de esperar
la ayuda de White, intentando volver a Inglaterra por sus medios y perdiéndose
en el océano.
Sin
embargo, la teoría considerada hoy como más factible concuerda en principio con
la suposición de White. Afirma que los colonos ingleses fueron acogidos generosamente
por los Croatoan, y, con el paso del tiempo, asimilados por ellos. Varias
tribus actuales se consideran sus descendientes, total o parcialmente. Los más
identificados con esta tradición son los indios Lumbee, asentados desde hace
años en el condado de Robson (Carolina del Norte).
Entre
los Lumbee, al menos hoy día, abundan el pelo rubio y los ojos azules, y su
color de piel va desde el moreno al blanco. Entre sus apellidos se reconocen
casi la mitad de los apellidos de los colonos de Roanote, y se dice además que
hablan inglés y profesan la fe protestante desde época muy temprana.
El
Centro La Colonia Perdida para la Ciencia y la Investigación (The Lost Colony
Centre for Science and Research) lleva a cabo en la actualidad un proyecto
mediante el cual estudia el ADN de los posibles descendientes de los colonos
perdidos.
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