Fue
el centro de la civilización preincaica más antigua. La capital de ese antiguo
imperio megalítco fue Tihuanaco de fuerte influencia mesopotámica, basada en la
agricultura y la ganadería. Su arquitectura está decorada con relieves y por
los restos que quedan se puede apreciar su magnificencia, que se extiende por
una superficie de 600 hectáreas.
El
Templo de las Piedras Paradas o Kalasasaya, que ocupa dos hectáreas, contiene
tres importantes esculturas: el monolito Ponce, donde se aprecian finos
grabados iconográficos de hombres alados, peces, cabezas de puma o de
camélidos, cóndores, águilas y símbolos escalonados; el monolito El Fraile, que
es un enigmático personaje que lleva un báculo y un keru en las manos y en su
faja se aprecian huellas de cangrejos en relieve; y la Puerta del Sol,
trabajada en un solo bloque de piedra volcánica de aproximadamente 10 toneladas
de peso. Y el dintel tallado, con tres franjas horizontales, y con una figura
central, el Señor de los Cetros, rodeado por 48 geniecillos alados.
También
se encuentra el Palacio de los Sarcófagos, con planta rectangular, en cuyos
muros interiores hay cámaras funerarias talladas en piedra con acceso al patio
central, donde se enterraba a los jerarcas tihuanacotas. Lo singular de las
puertas es que se cerraban con piedras corredizas que deslizaban al humedecer
el suelo.
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